El otoño
llega Madrid cuando vemos aparecer los primeros puestos de
castañas. Suelen instalarse por el mes de noviembre cuando el frío empieza
a hacer mella en la ciudad.
Hace años
vender castañas asadas en la calle era un oficio de mujeres, conocidas
popularmente como castañeras. Hubo un tiempo en que se asentaban en cualquier
esquina, plaza, zaguán o boca de metro. Sus armas de trabajo eran un hornillo,
el puchero, la materia prima y una paleta para voltearlas.
Solían ser
mujeres maduras y curtidas por el frío helador que en esos años era propio de
los inviernos madrileños. Muchas, entradas en años, llevaban toda su vida
dedicándose a vender castañas calentitas al viandante a cambio de un puñado de
monedas.
Eran
conocidas en los barrios donde se instalaban, representaban un elemento
más de los mismos. Su apariencia era casi siempre similar: vestían de negro,
con pañuelo a la cabeza, toquilla sobre la espalda, guantes para sus
manos repletas de sabañones y mantas para abrigar sus cansadas
piernas y ateridos pies.
Las
castañeras eran figuras entrañables asociadas indefectiblemente a los
preludios de la Navidad. Existen desde el S. XIX, hubo muchas muy famosas y
conocidas, como una tal Geroma, que tenía su puesto en el Rastro y a veces lo
trasladaba a la Puerta del Sol.
Hoy, esta
imagen del Madrid de otro tiempo, se ha transformado en quioscos
regentados por cualquiera que adquiera una licencia municipal. Pero lo
importante es que se ha mantenido esta costumbre de poder comprar el manjar
otoñal y degustarlo mientras se pasea por las calles de la capital.
Y como diría
Sabina:
Usa
mi llave cuando tengas frío,
cuando te deje el cierzo en la estacada,
hazle un corte de mangas al hastío,
ven a verme si estás desencontrada.
cuando te deje el cierzo en la estacada,
hazle un corte de mangas al hastío,
ven a verme si estás desencontrada.
Según mi fe de bautismo nació esta preciosidad,
en un puesto de castañas que tenía mi mamá.
¡De castañas asas!
Me crie en la Ribera de Curtidores
¡De castañas asas!
Me crie en la Ribera de Curtidores
y allí conocí al niño de mis amores,
que de chulo y gitano que es el chiquillo
apaga las cerillas con un zarcillo.
Y tiene puesto en su alcoba
al lao de San Antón
un retrato de Vicente Pastor.
Cuando estoy por las mañanas
Cuando estoy por las mañanas
en mi puesto de castañas
todos los hombres me dicen así:
Dígame usted castañera qué he de hacer pa que me quiera
porque si por usted, fuera de mí.
¡Ole ya lo saleroso! ¡Ole ya lo primoroso!
¡Qué es usted lo más hermoso que hay!
Y yo a todos les despido
Y yo a todos les despido
porque ya tengo elegido
el que ha de ser mi marido ¡Caray!
Aunque vendo yo castañas cuando llega la ocasión
Aunque vendo yo castañas cuando llega la ocasión
me pongo como una reina na más echarme el mantón
pa llamar la atención.
Soy la envidia del barrio cuando hay verbena
con un mantón de Manila que quita penas
Por tos laos donde paso dicen: ¡Chiquilla!
Eres la más hermosa que hay en la Villa
Yo nunca he visto una chula con más salero que tú
vas a volver a tu novio ¡Barlú!
La Castañera - Carmen Flores
con un mantón de Manila que quita penas
Por tos laos donde paso dicen: ¡Chiquilla!
Eres la más hermosa que hay en la Villa
Yo nunca he visto una chula con más salero que tú
vas a volver a tu novio ¡Barlú!
La Castañera - Carmen Flores
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Carmen Flores era una cupletista que salió de
Almendralejo muy joven para residir en Sevilla, donde se formó en una academia,
para luego trasladarse a Madrid, desde donde viajó a América en 1911 para
lograr su fama como cantante de zarzuela. La extremeña regresó a España y
debutó en el teatro Tivoli de Barcelona, pero «atraída por los buenos sueldos»
decidió cambiar de género y probar en el mundo cuplé, donde al año siguiente
debutó en el Trialón Palace de Madrid, una ciudad que la convertiría en «una
auténtica estrella del cuplé», hasta 1958, fecha en que se retiró.
Fuente: www.edicioneslalibreria.es
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